lunes, 21 de abril de 2008

¿Te vale madre o padre?


Indignado estoy yo, con esto del lenguaje, la sociedad y sus múltiples interrelaciones. Desconocía que el sexismo pudiera llegar a expresarse de una manera tan cruda, clara y reveladora: ¿ustedes sabían que en México se dice “me vale madre” cuando se quiere expresar que algo no importa absolutamente nada, que no tiene ningún valor o que, de tenerlo, es puramente negativo?

Y lo lamento, pero el hecho de que sea una expresión informal no le resta un ápice de gravedad al asunto. ¿Cómo puede permitir una sociedad que el lenguaje se impregne de semejante concepción de la vida? ¿Tan degradado está el papel de la mujer en México que se la sitúa así, informal y alegremente al nivel de los higos, los pimientos o los carajos?

En la conversación en la que me enteré de este uso mexicano, un amigo trató de calmarme diciendo: «Ya, pero ustedes los españoles dicen que algo “está de puta madre” cuando quieren decir que es genial o extraordinario, así que no creo que sea exactamente una cuestión de sexismo, porque a fin de cuentas el lenguaje no es sexista.»

En eso estoy de acuerdo: el lenguaje no es sexista en sí, sino que son sexistas los que lo emplean día a día, sus hablantes. Y es evidente que miles de años de sociedades machistas han hecho estragos en nuestro idioma. Así, en el Siglo de Oro habría sido imposible pedirle a Quevedo que dejase de decir que Orfeo era el hombre más afortunado del mundo por haber enterrado dos veces a la misma esposa. Pero ahora, en las sociedades del siglo XXI, sí se puede aspirar a actuar, a establecer un código de referencia diferente, respetuoso y más neutral desde la norma, desde la acción de los medios de comunicación y desde la educación en valores.

Ahora bien, más problemas me produce la otra objeción de mi amigo: ¿cómo que esto no es una cuestión de sexismo? Vamos a ver, ¿cuál es el origen de este tipo de expresiones, que ponen a las madres o a las mujeres de prostitutas para arriba como forma de expresar alegría, exaltación o sorpresa? (Porque prueben a quitarle el adjetivo a la expresión que usó él, y vayan por ahí diciendo que algo “está de madre”, a ver quién los entiende.)

Seamos razonables: ¿fueron acaso las mujeres las que propagaron esa oleada de términos despectivos en el ámbito de lo femenino, mientras que lo masculino se cargaba de connotaciones positivas? ¿En serio fue la mujer la que acuñó este tipo de términos, o fue más bien un sector masculino, criado en un ambiente donde la paridad y los gobiernos rosas[1] eran pura utopía el que pensó que era expresivo, ingenioso y hasta divertido decir semejantes despropósitos?

Porque ojo, que aquí el castellano no tiene nada que envidiarle al mexicano, para desgracia y vergüenza de todos los que lo hablamos. Vamos con ejemplos, que hay para aburrir: ¿qué me dicen del reino animal? ¿Por qué un hombre se siente halagado si le dicen que está hecho un gallito, un toro o incluso un zorro? ¿Qué pasaría si le decimos a una mujer que está hecha una gallina, una vaca o una zorra? ¿Se sentiría igual de halagada?

Otro amigo nos recordó el caso de los huérfanos de padre y de madre, y el escándalo que salió en la prensa hace unos años. Resulta que el diccionario de la Real Academia Española definía el adjetivo "huérfano" del siguiente modo: “dícese de la persona que ha perdido a uno de sus progenitores, especialmente en el caso del padre”. Esto provocó las iras de todos los sectores femeninos, feministas y paritarios de España y parte del extranjero, y lo peor de todo es que sin razón.

No hay que olvidar que dicha definición había sido redactada hace cuarenta años, cuando en España no era lo mismo -ni de lejos- ser huérfano de padre que de madre, a efectos económicos. El diccionario, al hacer esa matización, no se estaba refiriendo a que un huérfano de madre pueda salir alegremente del trauma emocional, sino que al perder a un padre perdía, además, la única fuente de ingresos en una sociedad en la que la mujer no trabajaba, lo cual agrandaba aún más el problema (y de ahí la necesidad del matiz).

Hoy la sociedad ya no responde a esos criterios, de modo que esta definición habría que ponerla al día porque ya no es válida. Ahora bien, ni mucho menos se trata de un caso de machismo, como se quiso hacer ver desde ciertos sectores con este y otros tantos ejemplos.

En suma, mi amigo quería expresar que las sociedades contagian al lenguaje, pero que en la actualidad también se está tendiendo a límites algo excesivos que fuerzan incluso los límites de la gramaticalidad. Por ejemplo, en los últimos tiempos se ha creado una forma femenina para todas las profesiones por motivos de paridad, como son los casos de “jueza” o “médica”. Ahora bien, que yo sepa ningún pianista, violinista o tramoyista han dicho jamás esta boca es mía para que les pongan su viril “o” y pasen así a ser todos pianistos, violinistos y tramoyistos. Y tan comunes en cuanto al género son las palabras del primer grupo como del segundo, así que en este caso lo de menos es, evidentemente, el lenguaje. Y eso tampoco parece adecuado.

Yo siempre he pensado que el lenguaje tiene en realidad poco que decir y sí mucho que reflejar. El día en que una sociedad deje de ver a sus madres como al último mono, entonces, y sólo entonces, dejarán de emplearse este tipo de expresiones; de igual modo, cuando una mujer sea verdaderamente respetada en su puesto de trabajo lo de menos será si su oficio termina en “a”, en “e” o en “x”, porque ese día la igualdad habrá alcanzado a todos los campos semánticos, a los juegos de palabras e incluso a las bromas ingeniosas, sin excepción.

Sin embargo, hasta que dicho cambio no se produzca no podemos esperar que desaparezcan estos molestos virus lingüísticos que deberían abochornarnos a todos, y que -eso sí- debemos hacer el mayor de los esfuerzos por evitar, tanto por nuestra condición de ciudadanos responsables como de hablantes de un idioma y de una sociedad que ya va siendo hora de que cambien.



[1] El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, tachó despectivamente de “rosa” al nuevo gobierno español porque tenía más ministras que ministros en sus filas.

1 comentario:

Laura Navas M dijo...

Magnífico. Magnífico, desde mi papel de lectora como desde mi papel como mujer. Por lo primero, enhorabuena por volver a bordar un tema, por lo segundo, gracias por tocar un tema que me toca, que me afecta y que como a ti, me indigna.
Muchos lingüistas que se han especializado en la Prágmatica, corroborarán lo que dices: es el ser humano quién crea los sexismos del lenguaje, él en sí no lo es, todo viene del significado pragmático que le aplicamos.
Queda tanto por hacer, tanto por cambiar...¿la solución? La cultura... un mundo perfecto donde las ciudades estén llenas de cafeterías donde sólo se hable de litetaruta y poesía, donde las colas de lo supermercados sean los mejores lugares para debatir de política y de la situación de la educación en el país, donde los niños, con 10 años, ya sepan que está pasando en el mundo y puedan proponer soluciones a los problemas.
Un día lo conseguiremos, o por lo menos pondremos los cimientos para que las siguientes generaciones lo consigan.
Un abrazo =) y gracias de nuevo.