domingo, 30 de septiembre de 2007







Dar clase es como montar en una montaña rusa o, a la manera forrest-gumpiana, una caja de bombones, porque nunca sabes qué te va a tocar. En mi caso, me ha tocado un poco de todo: tengo asiáticos, americanos caucásicos, afroamericanos, indios, senegaleses, algún sudamericano perdido…

Curioso, lo de estos “hablantes de lengua heredada”. Son hijos de inmigrantes mexicanos, chilenos o argentinos, por ejemplo, cuyos padres decidieron no enseñar español a sus hijos en la creencia de que el inglés les abriría más puertas en el mundo laboral y social.

No sólo no ha sido así, sino que estos latinos o hispanos, como se les conoce aquí, simplemente por el hecho de serlo ya tienen muchas puertas cerradas. En el fondo, da lo mismo hablen la lengua de Shakespeare igual o mejor que aquellos que les contratan. Es el color de su piel, sus orígenes, su etnia, lo que define la escala social que van a ocupar.

Curiosamente, muchos de ellos deciden aprender español cuando llegan a los dieciocho años. Y entonces descubren que, para su sorpresa, y pese a no haberlo practicado jamás, el hecho de haberlo escuchado de pequeños en casa, ocasionalmente, sumado al interés que siempre tenemos por nuestros propios orígenes, hace que estos hablantes de español tengan una facilidad sorprendente para adquirir esta lengua. Nunca será su lengua nativa, como lo es para sus padres, pero su nivel de español puede alcanzar cotas más que dignas.

Junto a estos tenemos a los ya clásicos que tienen “las problemas” con el “idioma española”. Y con todos hay que lidiar, claro. No queda otra.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Cinefórum (1)




Maggie es una mujer de 32 años con el corazón lleno de sueños frustrados, que arrastra el peso de ser la oveja negra de una familia que jamás ha valorado su talento o generosidad. Su encuentro con Frank, un veteranísimo entrenador de boxeo, le abrirá una última ventana a la esperanza, la posibilidad de alcanzar su sueño de convertirse en profesional y obtener la fama y el éxito que el destino, hasta entonces, le habían negado.

Million Dollar Baby no es, como podría parecer, una película sobre boxeo. No es una película sobre las relaciones paterno-filiales, como la que inmediatamente se establece entre los personajes que interpretan una creíble Hillary Swank y un sobrio Clint Eastwood. No es tampoco un filme sobre la superación personal, sobre la eutanasia o sobre las pequeñas miserias humanas, aunque todos estos temas aparecen en ella.

Si esta es una de las grandes películas de la historia del cine no lo es por su ajustado guión, por su convincente “tempo” narrativo, su fotografía o, especialmente, por su excelente dirección de actores. Million Dollar Baby es grande porque tiene la humildad, la sencillez y la falta de pretensiones que les sobra a la mayoría de las producciones del cine contemporáneo. Es grande porque consigue conectar con las emociones del espectador, y hacer partícipe de los éxitos y fracasos de los personajes como si estuviéramos asistiendo a los de nuestra propia familia.

Es una película que emociona, que atrapa y maneja al espectador sin perder jamás su verdadero objetivo, que no es otro que hacer disfrutar al espectador, y devolverle a la magia de aquellos tiempos en que un cubo de palomitas y una sala oscura eran más que suficientes para tocar el cielo.

Re-Primer día


Tricantinos todos:

Foto del Loop para iniciar el blog. En breves, más redacciones impagables de mis pupilos.

Abrazos

Nacho