domingo, 9 de marzo de 2008

Escalofríos democráticos.


Ahora que ya se conocen los resultados de las elecciones generales de España, que dan como vencedor al PSOE por segunda vez consecutiva, me ha dado por reflexionar acerca de algunos contrastes con este país en el que me encuentro, inmerso también en un arduo proceso electoral.

Lo primero que me sorprendió cuando llegué a Estados Unidos fue la tranquilidad con que en este país se tratan temas como la política, la religión o la familia. Si algo positivo tiene esta sociedad es, entre otros muchos aspectos, su capacidad para hacer de estos asuntos un tema abierto al debate social, que uno puede escuchar tanto en las aulas más selectas de la universidad como en la cola del supermercado más humilde.

En concreto, existe una conciencia de que la política debe ser debatida y criticada de una forma tranquila, moderada y sin censura de ninguna clase, algo que me parece sencillamente admirable. Quizá esto se deba a que es inaudito para mí, acostumbrado como estoy a mantener en el más oscuro secreto cualquier tipo de pensamiento político. Según normas sociales no escritas, pero evidentes, dicha opinión debe estar siempre a salvo de ser mencionada no ya sólo en círculos de compañeros de trabajo o amigos, poco proclives por lo general a tratar este tipo de asuntos, sino incluso en el de la propia familia.

No debería ser así, y creo que en este sentido tenemos mucho que aprender de los americanos, por muchos traumas y secuelas históricas que algunos españoles puedan argüir derivadas de nuestro pasado reciente (o no tanto) y que América, tierra de libertad donde las haya, no ha sufrido jamás en su corta historia.

Tengo para mí que la clave de esta situación se debe a una fe política que en el caso de Estados Unidos es capaz de sobreponerse a gente tan cuestionable como George W. Bush, una fe ciega en la democracia que en España, tierra de decepciones donde las haya, no parece existir.

La primera vez que acudí a las urnas a votar en unas elecciones generales fue en marzo de 2000. Iba yo a mis dieciocho años con toda la ilusión del mundo, entusiasmado con la idea de participar en un proceso llamado democracia que, según la educación que había recibido, era poco menos que el paraíso político más maravilloso que España había vivido jamás.

Pues bien, esa misma legislatura, que viví con más conciencia que las anteriores, se encargó de sepultar prácticamente todas las ilusiones y esperanzas que yo mismo había depositado en un sistema que, creo, tiene mucho camino aún por recorrer para estar a la altura de Europa. Guerras absurdas, escándalos y autoritarismo, junto a una letanía retórica por parte de todos los implicados en esos años, hicieron que pasara del entusiasmo más contagioso al enfado y la indignación, hasta llegar, por último, a la indiferencia más absoluta.

Quizá es que no estaba yo acostumbrado entonces a la retórica política, o a lo mejor es que ahora, ocho años después, estoy algo cansado de todo este circo mediático y sin control. En cualquier caso, las palabras del señor Rodríguez Zapatero de anoche, en su exultante intervención de la calle Ferraz, me han sonado a un discurso agotado, tópico y, lo que es peor, contradictorio.

Habla el señor Zapatero de una nueva etapa que se abre, cuando lo más lógico sería, como ha venido haciendo en campaña, reiterar su confianza en un proyecto político que le llevó al poder en 2004 y que debería tener continuidad a partir de ahora. Habla de corregir errores sin entrar en detalles, algo lógico si se tiene en cuenta que es un discurso de celebración electoral, pero que tampoco ha mencionado en tantos mítines, debates y entrevistas a lo largo de estos meses.

Dice también, ya por último, que quiere gobernar para todos, escuchar a todos y tender a todos la mano. Bien cabría recordarle, tanto a él como al señor Rajoy, que esa misma mano tendida la merecían todos los partidos políticos que fueron excluidos de unos debates de gran repercusión donde se ninguneó la supuesta pluralidad política de nuestra democracia. Esa ola bipolar que mencionan los demás dirigentes políticos, refrendada por los 322 escaños (de un total de 350) que se reparten entre PP y PSOE, parece más propia de la época de Cánovas del Castillo que de una sociedad verdaderamente democrática, abierta y plural como la que se nos intenta vender en la actualidad.

Me preocupa, sinceramente, el discurso de anoche de la calle Ferraz. Me preocupa la tranquilidad con que los socialistas salieron a celebrar una victoria que, desde la distancia, creo que daban por sentada mucho antes no ya sólo de los primeros escrutinios, sino de las primeras encuestas y sondeos.

Me preocupa que dentro de cuatro años se produzca un cambio igualmente esperado por la derecha española, que vuelva a esgrimir el discurso de las nuevas etapas y la mano tendida, y que se perpetúe indefinidamente este bipartidismo por turnos más o menos cíclicos.

Igual no andaban tan desencaminados los que establecían paralelismos entre la Restauración de 1875 y la transición democrática, cien años más tarde. Y ese pensamiento, más que todo lo dicho anteriormente, me produce verdaderos escalofríos democráticos.

1 comentario:

Laura Navas M dijo...

Estoy de acuerdo contigo. El domingo fui a votar por primera vez, llena de ilusi�n y sinti�ndome una m�s en la historia de Espa�a, despu�s de todo lo que hab�an luchado nuestros antepasados por conseguir la democracia, pero hay muchos aspectos que no me gustan y que realmente me hacen rehuir de todo lo que tenga relaci�n con la pol�tica. Hace unos d�as hice una actualizaci�n del terrorismo, y r�pidamente un hombre me dijo que le parec�a muy bonita, que la copiaba en su blog (no me hizo mucha gracia) y me "linkaba" dec�a. Bien result� ser un ferviente defensor de la derecha, del PP, de Espa�a, etc, y su blog se dedicaba a criticar, ofender, etc,etc. Ca� por error en dejar un comentario (muy correcto) sobre lo que yo pensaba y lo �l y otros vert�an en el blog, pero me vi envuelta en un debate est�pido en el cual nadie busca enriquecerse ni escuchar, sino esperar a que uno diga algo y encontrar un argumento en contra para dejarle mal. Por lo tanto decid� alejarme de todo aquello, hablando vulgarmente, de esa "mierda", y me promet� a mi misma no permitir que mi blog, dedicado �ntegramente a mi hobby favorito fuese ensuciado.
Pienso que los espa�oles todav�a somos demasiado retrasados y tanto el PP como el PSOE se han ido cubriendo de polvo. No me gusta que s�lo existan dos nombres, no me gusta que los partidos regionales tengan 10 diputados con 500000 votos mientras que IU para 3 diputados necesite 700000 por culpa de la ley electoral. No me gusta que tras elecciones salga la noticia de que los seguidores del PP que se encontraban en G�nova hayan pegado una paliza a los reporteros de Cuatro que all� se encontraban. No me gusta la demagogia, ni la hipocres�a, no me gusta.
C�mo dec�a Plat�n, la mejor forma de gobierno est� en los sabios, �ves? ya sab�a yo que las soluciones a todos los males est�n en los fil�sofos y los literatos.
�Te apuntas a cambiar el mundo superh�roe?

Un abrazo Nacho, cu�date mucho.