martes, 11 de marzo de 2008

El maestro de ceremonias.


Hemos tenido hoy una cena de estudiantes con William McCartney, director de la International House. Dicho así, puede sonar a cena de traje y corbata, pero nada más lejos de la realidad: todo comenzaba a las 19:00, en la cocina de la residencia, con el propio McCartney enseñándonos a cocinar una sopa de especias, gorro y delantal mediante, que estaba sencillamente deliciosa.

Para muchos de los allí presentes, un reducido grupo (el resto está en tratamiento psicológico por culpa de los exámenes finales), el señor McCartney era hasta hoy una especie de criatura virtual que de cuando en cuando se dejaba caer por nuestros correos electrónicos para ponernos los pelos de punta, con anuncios sobre los delitos y crímenes que se cometen habitualmente en nuestro encantador vecindario. Quizá es por eso por lo que aquí se le conoce como Bill el carnicero, ya que además este buen hombre comparte no pocos rasgos físicos con el oscarizado Daniel Day-Lewis.

Aunque a primera vista puede parecer un hombre serio, estricto y distante, cinco minutos de conversación bastan para descubrirle un sentido del humor bastante sutil y una simpatía natural, que hacen del director de la residencia un perfecto maestro de ceremonias: atendió sus labores de chef, a pesar de su brazo en cabestrillo, como si el asunto no fuera con él; distribuyó tareas para todos los pinches y se encargó de servirnos personalmente, ya en la sala de juntas, tanto el vino como la sopa. Y mientras tanto, no dejaba de hacer bromas con unos y con otros, creando un ambiente mucho más distendido y proclive a la tertulia de lo que muchos imaginábamos.

Entre otras anécdotas, nos relató aquella de un residente que vivió durante trece años seguidos en la International House, llegando a enrarecer tanto el ambiente entre los demás estudiantes que llegaba a cuestionar cualquier otra autoridad. Después de ese caso, y con buen criterio, la directiva decidió reducir a cuatro el número máximo de años seguidos que se puede permanecer en la residencia. No faltó tampoco el relato, quizá con algo de autobombo, en el que nos describió el deplorable estado de la residencia antes de su llegada, que según sus palabras, poco menos que se caía a pedazos, y el arduo proceso de transformación que dio como resultado el espacio habitable, cómodo y moderno que hoy nos alberga.

Antes de eso, el señor McCartney trabajó en la Universidad de Mississippi, y ese recuerdo le llevó a relatarnos las enormes diferencias económicas existentes entre aquélla y ésta, la de Chicago, en la que permanece desde 2001. El sur de Estados Unidos se encuentra, en sus palabras, en un estado de miseria y desolación tan enorme que muchas familias ni siquiera se plantean la posibilidad de que sus hijos estudien, ya que el desembolso económico es exagerado. A pesar de las numerosas iniciativas que intentó llevar a cabo, el propio Bill el carnicero terminó por arrojar la toalla y cambiar de aires, (otros más fríos, qué duda cabe), cuando decidió aceptar la oferta de la Universidad de Chicago.

Algo que también desconocíamos muchos es la existencia de un ferrocarril especial que, desde mediados del siglo XIX, une directamente el sur de Estados Unidos con Chicago, lo que explica que esta sea una de las ciudades del país con mayor porcentaje de población afroamericana. Concretamente, la masificación en el sur de la ciudad obedece al hecho de que ahí se encuentra la estación en que terminaba su trayecto dicho ferrocarril, uno de los más importantes desde el punto de vista migratorio y económico.

Por supuesto, hubo también espacio para hablar de política, de elecciones y, muy concretamente, de la nefasta labor de la administración Bush, cuya legitimidad puso en duda nuestro anfitrión, y no precisamente de forma velada. Se habló de Obama, Clinton y MacCain, y de las posibilidades de todos ellos de suceder al innombrable al frente del gobierno. Al referirse a esto, nos habló Bill del caso de un estudiante indio, que tras pasar varios años en la residencia y acudir al despacho del director para despedirse, el día de su marcha, le dijo, literalmente: “He logrado desterrar muchos de los tópicos e ideas previas que tenía de todos ustedes, que me parecen personas sensatas, amables y bienintencionadas. Lo único que sigo sin entender es cómo se dejan gobernar por alguien tan lamentable”.

Ya con el ambiente aún más relajado, tuvimos tiempo de aprender curiosidades sobre el origen de la palabra Chicago, una adaptación francesa (Che-cagou), posteriormente aplicada al inglés y que procede, en último término, del original nativo americano shikaakwa, que significa, literalmente, “puerro silvestre” (tal cual). Y, por supuesto, no faltaron las bromas y turnos de palabra, donde la estrella fue sin duda la dureza de este invierno, el más duro que el director recuerda desde su llegada (a estas alturas de marzo deberíamos estar, por lo menos, a veinte grados, y a día de hoy aún no hemos superado la barrera del cero).

Una vez concluida la cena, y mientras recogíamos todo, tuve la sensación de que el director tenía un aire bien distinto al que había mostrado horas atrás, en la cocina y con aquel extraño atuendo más propio de Karlos Arguiñano que de un hombre de su posición. Parecía más relajado incluso, más confiado, seguramente satisfecho de cómo se había desarrollado todo.


Motivos tenía para estarlo, desde luego.




1 comentario:

Laura Navas M dijo...

Hola ¿Qué tal todo?, por fin he terminado los exámenes y puedo dedicarme en cuerpo y alma a escribir algo más de tres líneas en un comentario. He leído la carta que te escribió el lector y tu respuesta, y seguramente lo que yo piense sobre ello no tiene ni que ser dicho, pero te parecerá curioso que lo que más me ha llamado la atención es cómo te ha comentado él su crítica constructiva, tú le has respondido, él ha vuelto a responderte y así habéis conseguido que me sienta como un niño que mira a dos ancianos hablar de la vida. (porque me he dado cuenta de lo pequeñita que quedo ante vosotros)
Quizás sea irrelevante y mucho menos objetiva y tan bien planteada como la de él, pero la opinión que yo tengo de ti como escritor ya la conoces. Yo no entro en características del lenguaje, fuentes, pensamientos, el objetivo que tienes al escribir, forma de expresarte, uso de palabras, referencias, conocimientos del tema,etc,etc, etc, más que nada porque al contrario que "el lector" yo no tengo capacidad para hacer una crítica que requiere tanto conocimiento del medio literario. Simplemente me quedo con la noción que yo tengo de escritor, limitada por mi edad y por mi visión del mundo, y con ella te repito que para mí eres brillante en todos los aspectos y que quizás lo que yo diga no valga tanto, pero creo que cuando el hombre cogió una pluma y comenzó a plasmar su "yo" en el papel, no pensó en ningún momento en cumplir parámetros que no fueran exclusivos de su corazón.
En mi opinión, mientras escribas con él y llegues a los demás, lo serás, y tú lo has cumplido.
Además, podré pecar de ingenua o de inmadura en este "mundillo", pero pienso que en la escritura no existen normas, ya lo hacía Juan Ramón Jiménez con su uso de la -j en vez de la -g, ya Lo hacía Aleixandre creando la prosa más lírica jamás conocidas, ya lo hizo Vargas Llosa con su obra Los Cachorros, (la cual te marea tanto al leerla que realmente no sabes quién habla y quién está narrando, y aún así me parece magnífica su capacidad de narración).
Sabes que yo misma lo hago, porque eso se lleva dentro, no sé, por ejemplo me veo incapaz de escribir una lira y es porque no soy poetisa de esa rima, mi corazón no quiere expresarse así y nunca encuentra versos que formen esa estructura.
Sé que su crítica fue cosntructiva, y al ser un lector asiduo tuyo es un orgullo que se tome tanta molestia por ayudarte, será porque tienes mucha madera (ya te decimos) y es hora de que todo el mundo te conozca.
Sin más que decir, espero que ese lector no vea mi blog porque a mí las críticas tan constructivas me hunden (jajajaja es broma), sobre todo porque creo que todavía me queda mucho por brillar con un fulgor "parecido" al tuyo ( y al del resto de grandes escritores anónimos).
Espero no haber sido un rollazo, espero que estés bien, que en cuestión de días estás aquí, (me haría mucha ilusión verte y agradecerte muchas cosas en persona) y que ya sabes, tu blog eres tú. Me encanta tu blog asi que ya sabes lo siguiente.
Un beso
Laura