Podrán romperse mi espada y mi lanza,
y mellarse el casco de mi armadura.
Podrá el tiempo con toda su amargura
arrebatarme la última esperanza.
Podrá la muerte hacerse con mi alma,
corromper una a una mis entrañas,
siendo alimento a una horda de arañas
mi ambición, mis pasiones y mi calma.
Y la materia que me daba forma
se perderá, junto a mi memoria,
y sólo quedará de mí la horma.
Pero al cantar la noche su victoria
verá un suspiro ajeno a su reforma:
el amor que me diste, que es mi gloria.
2 comentarios:
Qué profundo...
Bonito final. Sigue así.
María
La musa de ese poema vuelve a sentirse afortunada porque viendo lo que de ella se dice, la envidia que sentimos los demás lectores vuelve a corroernos.
Si algún día me escriben algo así, podré decirle cuatro cositas a la musa.
(jejeje)
Un abrazo muy fuerte Nacho, me van poniendo al día de tu vida y según me dicen estás cada vez mejor así que cuando dentro de un mes más o menos vuelvas a estos lares espero poder verte escritor.
=)
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