martes, 12 de febrero de 2008

Cualquier tiempo pasado...


Me ha tocado esta semana sustituir a una compañera del departamento, por razones que ahora no vienen al caso, y cuál no ha sido mi sorpresa al entrar en clase el lunes y encontrarme, nada más y nada menos, que a los mejores alumnos de los dos grupos que tuve durante el curso de otoño pasado.

Llevo ya varias semanas lamentándome a mis más allegados de que no termino de sentirme cómodo en mis nuevas clases, que no siento esa química que tenía con mis anteriores grupos, esa sensación agradable de entrar en clase y saber que todo va a ir sobre ruedas. Llevo varias semanas diciendo que echo de menos a los anteriores, y siempre oigo lo mismo: "ten paciencia, dale tiempo, es cuestión de acostumbrarse".

Mira que con los anteriores, los que ahora añoro, me las vi y me las deseé al principio hasta hacerles ver que aquí las notas no las pone el profesor, sino que las saca el alumno; mira que hubo que cambiar hábitos y costumbres sanamente americanas, entre ellas el famoso aperitivo durante la clase; mira que yo el primer día pensaba que iba a ser complicado, cuando menos, que esos muchachos pasaran del balbuceo a la palabra.

Y, sin embargo, qué diferencia con el paso de las semanas, qué cambio en los exámenes y redacciones, pero sobre todo, qué cambio de mentalidad y de actitud. Llegó diciembre, llegaron las notas y resultó que más de tres cuartos habían mejorado de forma considerable su rendimiento, obteniendo unas notas fantásticas.

Y lo mejor de todo es que en clase el ambiente era fenomenal, muy agradable, desenfadado en buena medida, y yo como profesor siempre encontraba en ellos la mejor de las respuestas ante las sugerencias, consejos, lecciones o actividades propuestas. Era una verdadera gozada preparar y programar para ellos porque sabías que iban a responder, ya fuera un ejercicio de improvisación, juegos de roles, discursos políticos, debates, presentaciones orales…

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor: yo lo suscribo, al menos en este caso concreto. No es cuestión de comparar y decir que aquellos eran más guapos o más listos que los nuevos; es cuestión de la relación que se establece entre el grupo de estudiantes y el profesor, la dinámica de una clase que se gesta entre la motivación de uno y la de los otros, la predisposición, las ganas de sacar rendimiento del tiempo del que se dispone… Simplemente son dos mundos, es imposible comparar.

Total, que tanto quejarme hace unos meses, tanto tirarme de los pelos con “aquellas problemas”, y resulta que he tenido la suerte de tener dos de los mejores grupos que han pasado en años por esta universidad, (dicho por mi coordinadora, que yo en esto no tengo tanta perspectiva). He tenido la suerte, en mi primera experiencia, de rodearme de un grupo de estudiantes aplicado, con interés, ética del trabajo y ganas de aprender y, sobre todo, de disfrutar de la experiencia de conocer un idioma.

Por lo que me dicen, eso es algo que en este oficio y en este lugar no se ve todos los días, algo que te exige sacar lo mejor de ti mismo como instructor, porque la exigencia de este tipo de estudiantes es máxima, pero con la compensación de unos resultados y unos frutos sencillamente inmejorables.

Algo, en definitiva, por lo que sentirse afortunado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Paciencia, que he oido que es la madre de todas las ciencias...
Un madrugón y llega el finde!