martes, 9 de octubre de 2007

Once upon a time...



Leo en la revista Vanity Fair un artículo interesantísimo sobre una tal familia Kennedy, que a pesar de llevar muchos años inactiva se lleva la portada de una de las más importantes publicaciones de este país, así como un extenso reportaje fotográfico realizado tras conocerse los resultados electorales de 1961, donde otro tal Richard Nixon fue derrotado.

A dicha familia –no a la de Nixon, Virgen Santa- perteneció, entre otros muchos, un tal John Fitzgerald, (alias JFK), quizá el presidente más apreciado a nivel popular después de Abraham Lincoln, y que fue asesinado a balazos con una testigo de excepción: su esposa, y auténtica reina de América (púdrete, Madonna): Jakie Kennedy, cuya muerte, en los años ochenta, conmocionó a toda la nación.

También figuran en esta ilustre lista Robert Kennedy, también candidato a la presidencia, (también asesinado), y John John Kennedy, hijo de JFK y que se convirtió en todo un fenómeno de los mass media norteamericanos. Ah, por cierto, que también este tuvo final trágico –aunque en avioneta, y por tanto, menos dado todo ello a remakes hollywoodienses-.

Es curiosísimo el modo en el que el artículo habla de esta gentes, en términos de una nobleza sonrojante (que yo sepa, los Kennedy de realeza no tenía nada más que el porte, si acaso), pues, para mayor bochorno ajeno, se refiere a su etapa en la Casa Blanca como a “una nueva Camelot”, con un aire ñoño-épico y desfasado que, sin embargo, conectará muy bien con el público americano.

Y es que, desde cierto punto de vista, a una sociedad como la yanqui, carente de una tradición de cuentos de príncipes azules, este tipo de chismorreos políticos de las altas esferas es lo único que tienen para compensar su monárquico vacío existencial. Son las primeras damas las falsas reinas, sus esposos los poderosos reyes, y sus hijos e hijas los infantes de una clase social –eso sí– que se encuentra a varias esferas cósmicas por encima de quienes devoramos sus reportajes fotográficos.

Como toda gran historia, como todo Camelot que se precie, no podía faltar aquí ni Arturo –JFK-, ni Ginebra –Jakie-, ni Mordrec –Nixon-, ni Merlín –Luther King, aunque sí, ya sé que no es lo mismo-, y todavía no sabemos si hubo un Lanzarote del Lago –o quizá sí, se pregunta, curiosa, Vanity Fair acerca de algunos congresistas de elegantes rizos y apuesta figura que la miraban con ojos acaramelados.

En cualquier caso, tragedia, que es lo que importa, no faltó. Ni ascensos épicos ni caídas de los héroes, o esperanza final, que para eso paga el público la entrada –todos tenemos en mente esa imagen de John John saludando con gesto militar al féretro de su padre, cuando apenas levantaba, -oh, ricura-, tres palmos del suelo.

Curioso, este país de sueños y oportunidades donde un hombre que tiene un sueño e intenta llevarlo a la práctica es asesinado inmediatamente, o donde otro que pretende cambiar –ligeramente- el estado de cosas también termina con el cuerpo como un colador. Claro que también, si nos ponemos a remontar atrás en el tiempo, el presidente más apreciado y mejor tratado en los libros de Historia al que antes nos referíamos, mr. Lincoln, fue tiroteado de malas maneras hasta “se matado actualmente a las balas del tiro”, como dicen mis pupilos en sus siempre interesantes exabruptos lingüísticos.

Claro que esta vez fue en un teatro, que a diferencia de lo ocurrido con su “tatara-tatara-nieto”, el malogrado John John, murió en un lugar mucho más proclive a tragedias griegas (esas exitosas obras de la antigüedad que también estaban protagonizadas por reyes y princesas, dicho sea de paso).

Mañana más, amigos. Mañana, Chicago.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, este país es muy extraño y no entiendo bien por qué es el país de las oportunidades. Entiendo que es el país de la investigación cuando entro en el MIT, pero se me cae el alma a los pies cuando pienso que en otros estados enseñan la teoría creacionista en vez de la darwinista y entonces una se plantea si este es el país de la investigación o, quizá, el de la paradojas.

... dijo...

imagino que, como en todas partes, aqui tambien tenemos lo nuestro...